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Empresas familiares y emociones – Por Sebastián Latashen

Coordinador de Family Business Office de UADE

 

La familia es la institución troncal de la sociedad. Ésta determina la frontera territorial entre lo propio y lo ajeno, o entre quienes aspiran a ciertos beneficios y quienes no. Además, en una familia conviven un sentido de pertenencia y trascendencia que suele verse traducido en proyectos compartidos; uno de ellos, puede ser el de la empresa familiar.

En Argentina, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC)  viven 44 millones de personas que conforman unos 13 millones de hogares.  Según datos del Ministerio de Desarrollo Productivo de Argentina, hay cerca de 4 millones de organizaciones conformadas por miembros que comparten el apellido, lazo sanguíneo o, al menos, político. Además, las empresas familiares generan el 70% del empleo privado y el 68% de la riqueza según la misma fuente. Datos que demuestran la importancia que tienen en la dinámica económica de nuestro país y, en consecuencia, porque hay que gestionarlas con la rigurosidad empresaria que se merecen. Esto implica tener presente la intensidad emotiva con la que una familia convive. 

Mucho se dice sobre suprimir las emociones o dejarlas de lado a la hora de tomar decisiones en la empresa, como si hacerlo fuera tan simple como apretar un botón. Más aún, negar los sentimientos es atentar contra la esencia del ser humano, y hacerlo en el marco de un proyecto liderado por la institución elemental de nuestra vida social es acarrear en un doble error que puede impactar de lleno tanto en la compañía como en la estirpe. Dicho de otro modo, una empresa tiene objetivos que cumplir, y sus recursos humanos tienen resultados que lograr para alcanzarlos. Si un empleado no lo consigue, debe responder con argumentos fehacientes los motivos, para desarrollar el aprendizaje necesario. Ahora bien, ¿Qué ocurriría si esa persona tiene un vínculo sanguíneo o político con el o los dueños? 

Por otro lado, una familia tiende a explotar la sensación de pertenencia al máximo y expresarlo en cada encuentro social o privado de diversas maneras. Entonces, ¿Por qué no habría de hacerlo en una reunión de evaluación de lo obtenido?

Las emociones no pueden dejarse de lado, pero deben ser acompañadas por metodologías que resguarden el cumplimiento de las metas empresariales. Podemos mencionar reuniones de directorios donde se charlen de la estrategia empresarial, y la conformación de un Consejo de Familia que vele por que los valores intrínsecos de los lazos se respeten en cada decisión corporativa y genere espacios de diálogo entre familiares que trabajan en la empresa como aquellos que no lo hacen. A fin de cuentas, no podemos lograr que la empresa se comporte como una familia, pero sí que la misma lo haga como una firma, a la hora de tomar decisiones que impactarán en la perdurabilidad de ambas organizaciones. 

Existe un proverbio chino que dice que el mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años, el segundo mejor momento es ahora. Lo mismo ocurre con la gestión de las emociones en las empresas familiares, que se dividirán entre aquellas que ya las gestionan con métodos explícitos y aquellas que van a verse obligadas a hacerlo. 

 

 

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