Atravesamos momentos de dolor, es un dolor colectivo que todos compartimos estando alejados de nuestros afectos, de nuestra cotidianeidad y proyectos. Somos seres sociales, acostumbrados a ir de un lado al otro y la ruptura de esa libertad viene cargada de emociones como el enojo y el miedo. Habitualmente cuando surgen esas emociones tratamos de bloquearlas, creyendo que este es el único modo de sostener nuestras responsabilidades.
Sin embargo, las emociones no son un impedimento sino lo contrario; sentir miedo o enojo es una respuesta natural y legítima en este momento. Lo que debemos hacer con esas emociones es intentar desmenuzarlas, preguntándonos por qué las sentimos, qué es lo que nos provoca miedo o nos enoja. Puede ocurrir que nos sintamos atrapados en una emoción, que nos cueste concentrarnos y el mismo sentimiento se cuele en las distintas dimensiones de nuestra vida, quitándonos la tranquilidad. Al ocurrir esto, decimos que la emoción deja de traernos un mensaje, sino que se convierte en un estado de ánimo, condicionando nuestra forma de ver el mundo.
Frente a eso, y haciendo foco en la ansiedad como emoción, un consejo clave es dejar a un lado la sobreinformación y solo leer aquellas noticias de fuentes confiables, reduciendo nuestra exposición a las pantallas. A su vez, hacer prácticas como la meditación sin preocuparse si conocemos la técnica o no. Se trata simplemente de conectarnos con nuestra respiración, volviendo al aquí y el ahora, animándonos a sentir.
También una parte fundamental para poder reflexionar sobre nuestras emociones consiste en exteriorizar, continuar los vínculos a la distancia con amigos y familiares, y si consideramos necesario, acudir a profesionales. Para los hijos, los padres son las figuras de apego y su contención emocional, pero para poder cumplir ese rol balanceandolo con todos los roles que tuvimos que asumir en este tiempo, hay que pensar también en uno mismo. Antes de la familia hay que cuidarse nosotros mismos, como en el avión, primero tienes que ponerte la mascarilla vos. Si atendemos a los otros antes que a nosotros mismos corremos el riesgo de quedarnos sin aire.
Muchas veces esto implica encontrar las formas de explicar que papá y mamá trabajan y necesitan espacios sin interrupciones, o conversar para formar un equipo en donde toda la familia se distribuya las tareas del hogar, que para muchos hijos y parejas son responsabilidades nuevas. Sobre todo, se trata de aceptar que estamos en un momento pasajero que nos convoca a la reflexión, a dejar de correr, y nos permite conectarnos con nuestro Ser. La pregunta fundamental que debemos hacernos es cómo queremos recordar este momento, sabiendo que todos los recuerdos se cargan de emociones que debemos explorar.
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