Por Nino Fernández
Antes y después de la firma del Tratado de Asunción, en marzo de 1991, el temor de que los productos brasileños inundaran el mercado argentino y destruyera la industria local, sobrevolaba la economía local. Es que el punta pie inicial del Mercosur hablaba de una Zona de Libre Comercio, con caída progresiva de las barreras arancelarias, que facilitaría el intercambio entre los países miembro, pero la brecha competitiva de la industria de ambos países, justificaba el miedo de los empresarios de este lado de la frontera.
Salvando lógicas distancias de escala, el reciente acuerdo marco entre Mercosur y la UE se encamina a reeditar los mismos temores. Y tanto aquella vez como ahora los gobiernos de los países involucrados no perdieron la oportunidad de sacarle tajada política a la firma de los acuerdos. Por supuesto que la oposición política también aprovechó a decir lo suyo. ¡Faltaba más!
El reciente acuerdo marco entre Mercosur y la UE se encamina a reeditar los mismos temores. Y tanto aquella vez como ahora los gobiernos de los países involucrados no perdieron la oportunidad de sacarle tajada política a la firma de los acuerdos.
‘Histórico’; ‘hito’ o ‘el acuerdo comercial más importante del mundo’ fueron algunas de las expresiones de los funcionarios de este lado del Atlántico que saludaron la firma del Acuerdo de Asociación Estratégica entre Mercosur y UE.
Está claro que apenas despojada de la pátina político – electoral, el trato dejará ganadores y perdedores en aquellas y estas costas. Para los empresarios locales significará acceder con el tiempo a un mercado ampliado de 800 millones de habitantes, con un ingreso per cápita de € 34 mil y enfrentar al mismo tiempo la competencia europea, en ambos casos, con menos aranceles. No es un dato menor en un mundo cada vez más proteccionista.
Entre los grandes ganadores de la primera hora estarán los propios bloques regionales, que tendrán un envión institucional de proporciones en uno de los peores momentos de sus historias. Para los sudamericanos porque el presidente brasileño Jair Bolsonaro apenas llegado al poder, se encargó de descalificar al bloque, y lo menos que quería hacer del Mercosur era bajar su estatus de Unión Aduanera a Zona de Libre Comercio. Para los europeos en tanto el acuerdo es un fuerte espaldarazo luego de la salida del Reino Unido de la UE, (Brexit) que enfrenta movimientos separatistas similares (por ahora incipientes) tanto en Francia (Frexit), como en Alemania (Dexit). Pero para el viejo continente el tratado implica además un progresivo desarme de la gigantesca estructura de subsidios (por ejemplo al agro), que es una espada de Damocles en las cuentas fiscales de la UE.
Para los países de este lado del Atlántico, el acuerdo también traerá beneficios de otra naturaleza como la posibilidad de romper con la dependencia de Argentina y Brasil, en el caso de los socios menores y de Brasil en el caso de la Argentina.
De acuerdo a la información trascendida en un primero momento, en el plano estrictamente comercial, los primeros productos argentinos en beneficiarse corresponden a rubros con escaso o nulo valor agregado, como soja, uvas de mesa, merluza, peras y manzanas, entre otros.
Es interesante lo que ocurre en el caso de estas dos últimas frutas, que arrastran una crisis estructural de proporciones: de 2200 productores que eran en Alto Valle en 2017, ahora quedan algo menos de 2000.
Dice Sebastian Hernández, presidente de la Federación de Productores de Peras y Manzanas de Río Negro y Neuquén, que el acuerdo es muy bueno pero solo para las exportadoras. “Los productores no nos vamos a enterar, porque estos beneficios no derraman. El grueso del negocio se concentra en las compañías que meten la fruta en una caja de 19 kgs y las mandan al puerto, pero no nos mejoran los precios. Entonces tenemos productores sobrevivientes a duras penas y compañías cada vez más florecientes”, explica.
Para los países de este lado del Atlántico, el acuerdo también traerá beneficios de otra naturaleza como la posibilidad de romper con la dependencia de Argentina y Brasil, en el caso de los socios menores y de Brasil en el caso de la Argentina.
Para Pablo Villano, presidente de APYMEL (Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas), el gran partido se va a jugar en el Congreso cuando llegue el momento de ratificar el tratado. “No conocemos la letra chica, pero lo primero que hay que decir es que en Europa un productor de quesos, produce en condiciones infinitamente más favorables que nosotros. Allá el total de la cadena de producción paga un 20% de impuestos y nosotros 60%; ellos maduran sus quesos con un financiamiento del 0 % y nosotros del 70%. Nosotros pagamos $3 por dólar exportado de retenciones y ellos reciben subsidios: los alemanes exportan la tonelada de Gouda a U$S 2600 cuando les cuesta U$S 4000 producirla”.
“Los productores no nos vamos a enterar, porque estos beneficios no derraman. El grueso del negocio se concentra en las compañías que meten la fruta en una caja de 19 kgs y las mandan al puerto, pero no nos mejoran los precios. Entonces tenemos productores sobrevivientes a duras penas y compañías cada vez más florecientes”, reflexionó Sebastian Hernández, presidente de la Federación de Productores de Peras y Manzanas de Río Negro y Neuquén.
Por su parte Horacio Moschetto, secretario de la Cámara de Industriales del Calzado, uno de los sectores más sensibles, asegura que esperan los detalles del acuerdo, sobre todo los vinculados al sector en particular. “Nosotros pedimos excluir el calzado de cuero del acuerdo y nos avisaron de la Secretaria de Comercio Exterior, que eso no se pudo lograr. Los fabricantes de calzado europeos tienen una visión muy diferente a la que tenemos en el Mercosur, sobre todo en términos de reglas de origen. Nosotros pedimos que el calzado tenga un 60% de contenido regional y los europeos proponen un umbral de precios, y pasado ese límite no importa la procedencia de las partes o del producto en su conjunto”, dice Moschetto.
La definición implica el riesgo de potenciar la triangulación comercial, una ‘práctica’ común en el último tiempo que consiste en la importación europea calzado fabricado en Oriente, y exportado luego al Mercosur, como hechos en Europa.
Está fuera de discusión que el pacto Mercosur –UE no tendrá un efecto neutro en términos de impacto económico –productivo. Habrá oportunidades y amenazas. Por supuesto que será un desafío mayúsculo para la industria argentina, que atraviesa por un muy mal momento, tanto en lo productivo como en lo competitivo.
“No conocemos la letra chica, pero lo primero que hay que decir es que en Europa un productor de quesos, produce en condiciones infinitamente más favorables que nosotros», reconoció Pablo Villano, presidente de APYMEL (Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas).
Pero el reto es sistémico. Las asignaturas pendientes para acomodarse a los tiempos que vienen también son responsabilidad del Estado, que indefectiblemente deberá hacer los deberes en materia de presión impositiva, tasas de interés, costo de la logística, etc.
La tarea no es urgente. Habrá tiempo pero se trata de decisiones estratégicas, que se siempre se toman con importante anticipación.
Como lo prueba el nacimiento y apogeo del Mercosur, ningún sector, ni siquiera los más sensibles, optaron por el suicidio en masa. Se fueron acomodando y cuando el daño pudo ser importante, se encontraron soluciones políticas (cupos, cuotas o salvaguardas). Demás esta decir que en ningún momento hubo un aluvión de productos brasileños como decía el temor vox populi de aquellos días.
Y no solo eso: en pocos años la cantidad de pymes exportadoras pasó de ser 2 mil y pico a más de 12 mil.