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Día Internacional de las PYMEs: ¿Cómo sobrevivir en este nuevo orden?

Por: Paula Chmielnicki, ingeniera industrial y consultora especializada en la profesionalización de PYMEs.

Cada 27 de junio se celebra el Día de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas. En Argentina, lejos de ser una efeméride simbólica, es una oportunidad para hablar en serio sobre el entramado productivo que sostiene la economía real.

Las PYMEs representan el 99,6% de las empresas del país, generan más del 70% del empleo privado formal y aportan cerca del 44% del Producto Bruto Interno. (Fuente: Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo, 2024). Sin embargo, sobreviven más de lo que crecen: enfrentan reglas cambiantes, falta de crédito, alta presión impositiva y escasa previsibilidad. Todo, con una resiliencia que no debería darse por sentada.

A esto se suma un dato que no debería pasar desapercibido: solo el 20% de las PyMEs argentinas están lideradas por mujeres. Aunque la cifra mejora lentamente, seguimos lejos de países como Suecia o Noruega, donde la participación femenina supera el 30% en cargos de dirección, según la ONU Mujeres, 2023.

Y sin embargo, en la conversación pública —y en muchas de las decisiones macro— las PYMEs parecen quedar siempre en segundo plano. Como si fueran parte del decorado y no el corazón mismo del sistema productivo. En este contexto, vale preguntarse: ¿qué se está jugando hoy en su supervivencia?

La PyME argentina no escala: sobrevive. Lo hace sorteando obstáculos que, en otros países, serían el final del partido. Inflación de tres cifras, restricciones para importar, caída del consumo, múltiples tipos de cambio y una carga impositiva que asfixia.

El modelo económico actual propone libertad de mercado y apertura externa. Pero ¿cuán competitivo es ese mercado para las PYMEs locales, que fabrican con insumos importados y venden en un país con salarios deprimidos y poco acceso al financiamiento?

El tipo de cambio oficial ya no está desdoblado, pero sigue siendo poco atractivo para exportar. En esta trampa de costos y falta de escala, reconfigurar estructuras productivas se vuelve un desafío tan técnico como emocional.

En medio de esta tormenta perfecta, las PYMEs no solo deben seguir operando, sino también reinventarse. La irrupción de la inteligencia artificial lo deja claro: automatizar procesos, mejorar la toma de decisiones, liberar tiempo. La oportunidad existe, pero no es mágica. Hace falta orden.

Y ese orden empieza por casa. Un episodio reciente dejó esto en evidencia: una mujer en San Luis recibió por error más de 500 millones de pesos de un organismo público. En lugar de devolverlos, los gastó. Hoy enfrenta cargos judiciales por estafa. Este caso extremo pone sobre la mesa una falla común: la desorganización. En muchas PYMEs, se pagan dos veces las mismas facturas, no se reclaman cobranzas, se pierden órdenes de pago. A veces nadie se entera… hasta que la caja no alcanza. Cuando hay que ser austeros, el desorden cuesta carísimo. No se puede crecer sin mirar la letra chica del Excel.

¿Alguien se salva solo? La IA ya está al alcance de las PYMEs, no en forma de robots, sino de herramientas simples y accesibles que optimizan tareas cotidianas. Pero para que funcionen, la base tiene que estar: procesos claros, roles definidos, decisiones con datos. No es suficiente con tener voluntad: hay que tener estructura.

La pregunta, entonces, no es solo si las PYMEs pueden sobrevivir, sino si como país tenemos un plan. ¿Hay una hoja de ruta desde lo macro? ¿O seguimos bajo la lógica del “sálvese quien pueda”?

No se trata de subsidiar lo ineficiente, sino de dar señales de que la profesionalización, la inversión en estructura y la innovación tienen sentido en este país.

Este Día de las PYMEs podría ser una oportunidad para dejar de romantizar la épica del esfuerzo individual y empezar a diseñar un modelo de desarrollo que incluya. Que entienda que las PYMEs no piden dádivas, sino reglas claras, crédito real y un entorno donde tenga sentido ser eficiente.

La pregunta no es nueva, pero sigue vigente: ¿somos lo suficientemente humanos como para ayudarnos entre todos, y lo suficientemente astutos como para reconfigurarnos en medio de un ajuste que exige eficiencia, estrategia y cooperación?

Quizás llegó la hora de dejar de admirar a quien “se las rebusca” y empezar a construir un país donde no haga falta rebuscársela todo el tiempo para poder crecer.

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