Por: Juan Manuel Rossi
Presidente de la Federación de Cooperativas Federadas Ltda. (FECOFE)
La apertura total de importaciones de alimentos anunciada por el Gobierno, es volver a las penurias de la época de Martínez de Hoz y del menem-cavallo-delaruismo, que trajo miseria y muerte. Una vieja y fracasada receta que siempre perjudicó a los sectores que viven del trabajo pero que supo acumular en el bolsillo de especuladores y financistas.
Bajar las barreras arancelarias de productos elaborados es pagar por el trabajo ajeno en detrimento del propio, es profundizar la pauperización de las mayorías populares y las clases medias, es acabar con los establecimientos de pequeña y mediana escala. Fundirán a cooperativas y productores. Cancelarán las posibilidades de agregar valor y crear trabajo en los pueblos del interior.
Se trata del perimido modelo de privatización y exportación de los recursos naturales. De reprimarización y extranjerización, que pone en juego la subsistencia de la mayoría de los argentinos.
Los grandes conglomerados alimentarios tienen el margen suficiente para soportarlo, en la medida que terminan quedándose con las ya menguadas fracciones del mercado todavía en participación de pymes y cooperativas. Que sin mercado, ni financiamiento, ni tecnología, quedan condenadas a la extinción.
El paradigma basado en la exportación de materias primas e importación de productos manufacturados no puede funcionar porque sencillamente sale más de lo que entra. Es negarse al desarrollo, a la producción nacional y al derecho a trabajar de todos los argentinos.
Mientras tanto se esperan empréstitos e inversiones, que también hemos visto –y de sobra- como funcionan: vienen como golondrinas a especular con la renta fácil de artificios financieros o invierten en porciones de territorio para expoliar las riquezas nacionales.
Coincidentemente, se hizo público un marco de entendimiento con la superpotencia del norte. En el actual contexto, nos alerta sobre la definitiva enajenación del control de la principal vía troncal navegable de nuestro país, de extrema relevancia comercial y geoestratégica, por donde se realizan la mayor parte de nuestras exportaciones.
Pero tampoco el negocio exportador es para cualquiera. Es para un puñado de oligopolios y oligopsonios. El encarecimiento de los insumos dolarizados y del arrendamiento de la tierra, la baja de precios internacionales y el aumento de las retenciones, es una combinación que expulsa productores, agricultores familiares y emprendedores asociativos. Hiperconcentra la producción y el comercio exterior.
Jamás en la Argentina las importaciones indiscriminadas mejoraron la oferta, ni siquiera han servido para bajar la inflación. En el largo plazo han agravado los precios con la posesión de los alimentos cada vez en menos manos. Todos sabemos que sólo producen más concentración y menos competencia. Más monopolios que imponen a voluntad precios y condiciones de los bienes de consumo. Desplazan empresas y destruyen empleos. Generan desolación.
Y los que “elijen creer” que no es como afirmamos, son depositarios de todas nuestras sospechas. Algún interés ocultan. De esos que no se pueden nombrar porque delatan lo inconfesable. También le recordamos: nadie que produce granos o alimentos quiere volver a los años noventa, a menos que se hayan reconvertido en agentes financiarizados.
El estilo drástico, cruel y violento que está demostrando este Gobierno, aplicado a la sustitución de nuestros productos por los foráneos, hace posible imaginar una devastación de los pequeños y medianos actores agroalimentarios.
Los regímenes de concentración y exclusión ponen en vilo a la democracia. Las políticas de desnacionalización ponen en juego a la soberanía en todas sus formas. No sólo la soberanía alimentaria sino la política y la territorial.
El único camino posible para la democracia es el desarrollo sostenible. Al servicio de las personas, que viven y sueñan en comunidad. Que construyen sociedades equitativas. Con justicia social, con cuidado del medio ambiente y en transición agroecológica.
Es con el trabajo cooperativo, es con las pymes. Es con un Estado presente, que garantice el abastecimiento y la defensa de la competencia. Que facilite el acceso a la tierra, con políticas impositivas diferenciadas, con producción local de insumos y semillas, con una nueva ley de arrendamientos.
Es con financiamiento y fortalecimiento del cooperativismo. Con crédito para capital de trabajo, para agregar valor. Con caminos rurales, obras hídricas e infraestructura rural. Con oportunidades de arraigo para los jóvenes y desarrollo de la ruralidad en equilibrio demográfico.
Se consigue con participación de las organizaciones de pequeños productores y campesinos en la toma de decisiones de las políticas públicas. Con programas de compre cooperativo y compre local, del productor al consumidor, que promueva la producción, distribución y comercialización de alimentos sanos a precios accesibles. Desarmando la monopolización de las cadenas agroindustriales.
Desregular es regular a favor de las grandes corporaciones y en contra del Pueblo que trabaja y produce.