Por Marianela Lavate,
Docente de la Licenciatura en Comercialización de UADE
Surfeando por la Web, leí en algún lugar la expresión: “lo que no lograron los gurúes del Marketing en 10 años, lo logró un virus en menos de dos”. La incisiva premisa hace referencia, en especial, a la transformación de las pymes. Siempre reticentes, fuera por cultura, recursos o desconocimiento, a sumarse a la ola digital: “No vale la pena” “No hay rentabilidad” “Es puro humo”. Y la lista de tabúes continuaba. Pero como humo se esfumaron los fantasmas y no tardaron en echar mano a “la caja de herramientas 2.0”. Así, fiel a su estilo de cintura ágil, valiéndose de diferentes plataformas y recursos del Marketing Digital, se pusieron manos a la obra para encarar la reconversión y sobrevivir en medio de un panorama incierto.
La mayoría desempolvó el sitio web, ese que, más por obligación que reconociendo sus beneficios, habían mandado a hacer tiempo atrás. La vuelta de tuerca radicó en montar allí la tienda online. Los números hablan por sí solos: el e-commerce duplicó la facturación en el primer semestre del año, con más de $ 631 millones; un exorbitante 101% más que durante los primeros seis meses de 2020, tal como revela el estudio Mid Term 2021, elaborado en julio por la Cámara Argentina de Comercio Electrónico junto a la consultora Kantar Insights.
Pero eso no es todo, muchos negocios se dispusieron a traccionar este nuevo local virtual a través de publicidad en línea, como la que ofrece Google, con sus conocidos anuncios, sí, esos que aparecen en el buscador del gigante tecnológico o que luego nos persiguen sin dar respiro mientras navegamos por Internet.
Durante años escuché decir “las redes sociales no venden”, pero a la pandemia no le tembló el pulso a la hora de patear el tablero de los negocios (y de la cotidianeidad tal como la conocíamos). Hoy es común comprar a través de Instagram, la favorita de las marcas por su potencial para lucir productos, publicar videos, transmitir en vivo y por ser espacio de encuentro y contacto con influencers, figuras que atraviesan su momento de gloria en este universo hiperconectado.
Dentro de esta caja de herramientas, que a decir verdad más parece el bolso mágico de Mary Poppins, las pymes siguieron encontrando recursos para adaptarse a una realidad compleja: un aislamiento repentino y duradero. Para hacerle frente, los comercios, en particular los de cercanía, empezaron a ver con buenos ojos a las diferentes plataformas de pago y billeteras virtuales, como Mercado Pago; y muchas otras que proliferaron en el último tiempo. Ahora es moneda corriente pagar en una feria con QR o que una emprendedora ofrezca su terminal de tipo POS para cobrar.
Mientras teníamos que distanciarnos, las marcas se las ingeniaban para estar cada vez más cerca de los clientes. Fue entonces cuando reforzaron sus estrategias de venta y comunicación a través de WhatsApp, la app de mensajería, en su versión Business (negocios), les permitió enviar listas de precios y mostrar catálogos, gestionar perdidos y envíos y estar presentes en un contexto adverso.
Concluyendo, si es que estamos empezando a transitar una nueva normalidad, sin dudas, ya camina por el sendero de la digitalización y, lejos de retroceder, todo indica que es una forma de hacer negocios que llegó para quedarse. ¿El desafío? Conquistar a consumidores cada vez más tecnológicos, informados y exigentes; y deleitarlos con experiencias de marca superadoras, que hagan su vida más fácil, pero que, por sobre todo, les aporten valor.