Por: Guillermo Piccardo, Gerente de Línea de Negocio en Atlas Copco Argentina |
Sin dudas, el estrés hídrico es uno de los grandes retos que deberá asumir el mundo para resolver los problemas de abastecimiento de la sociedad de cara al futuro. Un dato no menor, es que anualmente se vierten entre 300 y 500 millones de toneladas de efluentes en ríos, lagunas y océanos. Es tiempo que el sector público y privado implemente políticas en línea con el paradigma de la economía circular para mitigar la exigencia de la Tierra, dado por la sobrepoblación y un sistema excesivo de consumo.
Ante este panorama, desde el 2018, y en línea con la meta 6.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Banco Mundial ha buscado promover en América Latina y el Caribe iniciativas para el tratamiento de efluentes y la recuperación de recursos con el objetivo de incrementar la reutilización de agua segura a nivel global para el 2030. En otras palabras, a mejor tratamiento de efluentes, mejor calidad tendrá el agua a potabilizar para el consumo diario de las ciudades, y sus habitantes. Un dato no menor es que en la región solo se trata entre el 30% y el 40% del agua residual recolectada, lo que impacta negativamente tanto en la salud, como en el medioambiente. Las aguas residuales o negras son aquellas cuya calidad se ve afectada por la actividad humana y pueden clasificarse en urbanas, domésticas e industriales, según su procedencia. Entre los sectores productivos con mayor consumo se pueden mencionar: las industrias químicas (25%), agroalimentarias y ganaderas (17%), la producción y transformación de metales –como, por ejemplo, el acero- (13%), la minería (7%), entre otras. De hecho, el 80% del agua que se utiliza se vierte al medioambiente sin haber recibido un tratamiento adecuado. La inversión en infraestructura y tecnologías de saneamiento es prioritaria para una gestión inteligente, ya que no solo ofrece beneficios económicos sino también productos derivados, como nutrientes y biogás que pueden aplicarse para la generación de energía limpia. Asimismo, los ingresos adicionales que se obtengan de este proceso podrían ayudar a cubrir costos operativos. Tecnologías en el tratamiento de aguas residuales Las plantas depuradoras son las que se encargan de gestionar, reciclar y convertir los efluentes -municipales e industriales- en valiosos recursos sociales y productivos. Uno de los elementos esenciales de estas instalaciones son los soplantes exentos de aceite, que garantizan un suministro continuo de oxígeno a las bacterias presentes en el agua. De esta manera, se busca acelerar el proceso de descomposición. A continuación, se describen las etapas de tipo físico, químico y biológico, que normalmente se llevan a cabo con el objetivo de tratar el agua. 1. Pretratamiento: da comienzo a la depuración mediante un proceso de separación de residuos sólidos grandes y medianos mediante rejas y tamices de diferente grosor. Generalmente, se utiliza un soplador de aire para destapar los filtros de sedimentos gruesos, usando la menor cantidad de agua posible a una fuerza mucho mayor. Vale mencionar, que la presión con la que se inyecta agua pura consume mayor energía. Hoy, existen equipos que comprimen aire, siendo mucho más eficientes. De hecho, pueden generar entre un 20 y un 30% de ahorro en energía versus un soplante a lóbulo. Además, los compresores de velocidad variable, también conocidos como VSD, son una excelente opción para las instalaciones que tienen fluctuaciones en su demanda de aire, como las plantas que funcionan con varios turnos durante el día y aquellas en las que la demanda varía a lo largo de la jornada. La velocidad del motor se ajusta automáticamente según la demanda y ayuda a conseguir un ahorro de energía del 35-50 %, eliminando todo gasto innecesario. 2. Tratamiento primario: tiene por objetivo eliminar los sólidos suspendidos. Para ello, el agua queda retenida en decantadores para que la gravedad ayude a separar esas partículas. También es posible añadir sustancias para mejorar la sedimentación y neutralizar el pH del agua. 3. Tratamiento secundario: tiene la finalidad de degradar y eliminar la materia orgánica por medio de la utilización de bacterias y microorganismos, así como también de nutrientes tales como el nitrógeno y el fósforo. El tratamiento más extendido es el que se conoce como lodos activados. Es habitual que en las plantas depuradoras el tratamiento finalice en este punto, cuando el agua tratada cumple con los requisitos de vertido definidos y no hay requisitos adicionales de calidad para su reutilización o uso posterior. 4. Tratamiento terciario o químico: busca aumentar la calidad del recurso por medio de la utilización de rayos UV o cloro con el objetivo principal de eliminar a las bacterias y agentes patógenos; antes de devolver el agua al río, a la naturaleza. A pesar de las dificultades hídricas que enfrenta Latinoamérica, existen razones que permiten vislumbrar un futuro sustentable -con una mayor profesionalización del sector y la aplicación de soluciones innovadoras que contribuyan a mejorar la gestión del agua- y responden a casos de éxitos que van desde México hasta el sur de Argentina, recientemente publicados por el Banco Interamericano de Desarrollo. En este sentido, la posibilidad de implementar actualizaciones en materia de infraestructura y de impulsar alianzas público-privadas son dos factores que permitirán sentar los cimientos para un mejor mañana. Click aquí para conocer las nuevas tendencias. |