Por Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano
La pandemia del COVID 19 y su consecuencia -la cuarentena- implicaron una fuerte caída en el nivel de la actividad económica y el empleo. También provocaron un significativo deterioro en los indicadores sociales, en particular un incremento en la pobreza y la indigencia. En consecuencia, cuando llegue el fin de la cuarentena y, a medida que vayan quedando atrás las restricciones imperantes, deberá encararse la reconstrucción del aparato productivo y la reversión de una caída en el PBI que, para este año, se estima en torno al 10%, adoptando como hipótesis que el tema de la deuda externa habrá sido resuelto de una manera u otra para ese entonces.
El sector agropecuario resultó el menos afectado por la pandemia. Es el que está llamado a proveer la mayor parte de las divisas que se requerirán tanto para pagar las importaciones que deban efectuarse como la deuda. Si se suman las exportaciones de productos primarios más las manufacturas agropecuarias, representaron en 2019 el 64% del total. Preservar y acrecentar esas exportaciones debería ser la primera prioridad,
Las manufacturas de origen industrial experimentaron una caída del 26% en el primer cuatrimestre de 2020, mientras que las de combustibles y energía lo hicieron en un 21%. Revertir dichas caídas debería ser otra meta prioritaria. Para ello, debería recuperarse, aunque sea parcialmente, el nivel de exportaciones a Brasil, mercado clave para la industria automotriz, tras el derrumbe experimentado por la combinación de la pandemia y la recesión en el país vecino.
Sin embargo, el retroceso del tipo de cambio real experimentado en los últimos meses, que se aproxima al nivel alcanzado en diciembre de 2015, frente a un real brasileño mucho más competitivo, enciende una luz amarilla sobre el futuro de la balanza comercial, cuyo saldo positivo es imprescindible en la actual coyuntura de la economía argentina, privada de otras fuentes de divisas. De hecho, las exportaciones en abril fueron apenas poco más de un tercio de las registradas en igual mes del año pasado.
La industria de la construcción puede jugar un rol fundamental en la recuperación del empleo. Una vez levantadas las restricciones, las empresas sobrevivientes del sector de comercio y servicios también podrán aportar su cuota a la recuperación económica. Sin embargo, la reapertura de muchas de las empresas, tras la larga cuarentena, dependerá de un paquete de medidas que posibilite su viabilidad económica. El proyecto de moratoria fiscal es un primer paso en dicha dirección. La refinanciación a mediano plazo de la deuda bancaria acumulada debería ser otro. También deberá asegurarse el acceso al crédito bancario a tasas razonables, para lo cual se requerirá una baja sensible en la inflación esperada.
Cuando queden sin efecto los mecanismos de excepción arbitrados durante la cuarentena para asistir a las empresas y hogares, debería implementarse una suerte de hospital de empresas que, a partir de un diagnóstico de las necesidades y urgencias particulares de cada sector, articule el apoyo público-privado que haga posible la recuperación de la mayor cantidad posible de firmas. En particular, habría que contemplar procesos de fusión que puedan asegurar unidades económicas de mayor competitividad e impidan el cierre definitivo de algunas de ellas.
También será necesario evaluar reformas del régimen legal empresarial, a fin de generar normas que faciliten la transición entre el cierre impuesto por la pandemia y el funcionamiento a pleno. En particular, generar mecanismos que incentiven la aceptación por parte de los acreedores privados de planes de reestructuración de deuda, respaldados por planes viables de recuperación económica, en lugar de solicitar lisa y llanamente la quiebra de la empresa en dificultades