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Luces y sombras del acuerdo Mercosur – Unión Europea

La primer semana de julio se firmó un histórico tratado de libre comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea. Aunque todavía no hay precisiones sobre los puntos acordados la consultora Ecolatina analizó sus posibles efectos en la economía argentina.

Para empezar, el promedio ponderado de aranceles del Mercosur (14,8%) es sensiblemente mayor al del viejo continente (3,0%). En consecuencia, los precios de los productos europeos se abaratarían en mayor medida que los sudamericanos. Esto implica un riesgo para la producción local.
En tanto, la elevada presión tributaria en Argentina impacta en la competitividad precio de los productos locales.
Más aún, mientras que la Argentina cobra derechos a sus exportaciones, la Unión Europea las subsidia a través de la Política Agraria Común (PAC). El presupuesto asignado a esta política ascendería a 408.000 millones de Euros para el período 2020-2024, superando cualquier proyección de nuestras exportaciones para el período.
  Algo similar sucede con el elevado costo de financiamiento en Argentina. Si la tasa de interés no se ubica en niveles más racionales, será muy difícil competir con la producción de nuestro nuevo socio comercial.
En otro orden, los TLC buscan fomentar los flujos de inversión extranjera directa (IED). Considerando la disparidad entre ambas regiones respecto de las inversiones realizadas en otros países (según el Banco Mundial, mientras que la IED europea alcanzó u$s 620.000 millones en 2017, las del Mercosur apenas superaron u$s 25.000 millones).
Ahora bien, el destino de estos desembolsos no se negocia en los TLC, sino que depende de la dinámica de cada país. En este sentido, «la rigidez del mercado laboral argentino y su volatilidad macroeconómica reducen el atractivo de nuestro país», analiza Ecolatina.

En este punto, los salarios en dólares cumplirán un papel fundamental para competir. Un tipo de cambio real competitivo también será un eje a fortalecer: si bien en un escenario optimista lo ideal sería competir por empleos de calidad, lo cierto es que, actualmente, nuestro país está lejos de hacerle frente en este punto a los destinos actuales de la IED de la Unión Europea.
En consecuencia, gran parte de que el impacto del TLC sea positivo o negativo para nuestro país dependerá de qué reglamentaciones y excepciones se hagan al mismo y, no menos importante, cómo y a qué velocidad reaccione nuestro país, ajustándose a los standares globales en legislación impositiva y laboral.

Dicho esto, resta hacer un análisis sectorial para saber cómo impactará el acuerdo a nuestra estructura productiva. Para ello, corresponde cotejar la diferencia de productividades relativas entre ambos bloques. En este sentido, podemos separar a las ramas transables afectadas en dos grandes grupos: aquellas que trabajan a un nivel de productividad cercano a la frontera internacional y a las que lo hacen a uno inferior.

El primer grupo podría verse beneficiado a partir de incrementar sus exportaciones a la UE –no produce con sobrecostos y la rebaja de aranceles le permitiría competir- aparece la agroindustria. Especialmente: trigo y maíz y sus derivados, así como la carne.

Más allá de esto, es importante que en el acuerdo se discuta la eliminación de subsidios a los productos agrícolas. Por el otro, partiendo de las regulaciones internacionales de seguridad alimentaria, suelen ponerse cuotas y reservarse ciertos requisitos de admisión para las importaciones de alimentos (barreras fitosanitarias y de calidad). Será fundamental evitar el abuso de estas posiciones por parte de los países europeos. Por último, la oferta agroindustrial es relativamente inelástica (a diferencia de la producción típicamente industrial, no basta con aumentar el ritmo de una máquina). En consecuencia, será fundamental incrementar el valor agregado de los productos exportados –pasar de ser el granero del mundo a ser el supermercado-, ya que de lo contrario será inevitable que el sector se reprimarice.

En el extremo opuesto, entre los sectores que trabajan con altos costos se ubican la mayoría de las ramas de la industria manufacturera:  sector automotor, autopartista, farmacéutico, metalúrgico y químico. Considerando la elevada tasa de empleo formal que presentan estos sectores, la pérdida de puestos de trabajo implicaría también una precarización del empleo en nuestro país. Algo similar sucedería con los salarios promedio.

Para finalizar, el análisis de Ecolatina advierte que el acuerdo no solo podría desplazar producción destinada al mercado interno. Casi la mitad de las exportaciones manufactureras argentinas se dirigen a Brasil, mercado en donde nuestro país no paga aranceles y obtiene de esta forma una ventaja relativa respecto de la Unión Europea que tributa el arancel extra-zona. Luego del acuerdo, esta diferencia desaparecería, de modo que estos envíos también estarían en peligro.

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